
Para preparar un poco el ambiente, ahí va una foto de unos extraños en las fiestas patronales de un pequeño pueblo de la Castilla más profunda y menos manchega allá por el mes de agosto (aunque no lo parezca a raiz de los atuendos de la gente). Fijénse tanto en la actitud pasiva como en el vacío que les hacen a nuestros dos amigos los lugareños; ni el de la charanga -de espaldas al fotográfo- parece tener ninguna intención de animarles. Fijénse a su vez en la estrategia utilizada por ambos: uno silbando, como diciendo, qué bien me lo paso sólo, no necesito a nadie más que a mi botellín, amigo Sancho; el otro, intentando buscar una mirada cómplice de algún incauto con ojos de necesitar un traguillo del kalimotxo que tan hábilmente sujeta con su mano derecha (no queremos pensar que está mirando a ninguna fémina con ojos lascivos, suerte que no se los podemos ver).
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