Que viene, que viene

La tenemos ya aquí. Dejo claro desde el principio, que no he sido crítico nunca con las obras de la Expo (y con todo su plan de acompañamiento, claro). Al revés. Otra cosa será ver cómo se gestiona, durante y después. Pero de entrada, yo personalmente estoy muy contento de poder ver en menos de quince minutos de mi casa y en un mismo espacio algo así como siete gugeheims (o como se escriba), poder pasear por las riberas del Ebro disfrutando de ellas y del arte, poder llegar de Quinto a Huesca sin pasar por Zaragoza, poder disponer de un aeropuerto con más oferta, de más kilometros de carriles-bici (cómo me alegro Luisma por tí...), de más zonas verdes, descubrir una ciudad desconocida, una ciudad que permite que sus habitantes se reencuentren, se conozcan y sean más felices allá dónde les ha tocado o han elegido vivir.

Si las cosas van bien, tengo intención de escribiros puntualmente dentro de muy poco expermientando sensaciones desde el epicentro. De momento, y sobretodo pensando en los que no viven aquí, intentaré a partir de las fotos, daros a conocer algunas de las obras y los cambios más importantes que está experimentando Zaragoza.

Para empezar, la pasarela de Manterola (o del voluntariado, como se han empeñado en llamarla), que comunica la Almozara con la puerta de entrada de la Avenida de Ranillas.