Teníamos que hacer "dos horas de digestión" para no morirnos en el agua, y nos bañábamos jugándonos la vida después de comer.
Los ascensores tenían puertas abatibles y se podían tocar las paredes del edificio desde dentro. Nuestras madres conocían a algún niño que le arrancó un brazo el ascensor y nosotros la desafiábamos incrédulos de como podía haber ocurrido.
Viajábamos en coches sin cinturones de seguridad, sin airbag, ni ABS, ni ESP, ni DVD y a veces sin aire acondicionado, hacíamos viajes de hasta 10 h. con ocho personas en un turismo (en mi caso ibamos tres delante y cinco atrás) y no sufríamos el síndrome de la clase turista.
No tuvimos frenos en las puertas, protección en los enchufes, cubre esquinas, frascos de medicinas o productos de limpieza con tapa a prueba de niños.
Tuvimos chupetes de plástico del barato, hoy prohibido, juguetes que se despiezaban como puzles y jugágamos con soldados de plomo o indios y vaqueros fácilmente ingeribles.
Andábamos en bicicleta BH sin casco ni marchas, hacíamos auto-stop, e ibamos en ciclomotor a veces y sin carnet.
Los columpios eran de metal y estaban echos con unas cadenas y un neumático, los suelos de parques infantiles eran de duro asfalto o sucia tierra. El mobiliario de los parques infantiles era de acero oxidado con muchos bordes donde partirse la crisma y además nosotros jugábamos a ver quien era el más bestia.
Salíamos de casa por la mañana, jugábamos todo el día, y sólo volvíamos cuando se encendían las luces de la calle. Nadie podía localizarnos. No había móviles.
Nuestros padres o los profesores nos castigaban físicamente, bien con collejas, tortazos, o tirones de orejas.
Nos abríamos la cabeza jugando a guerra de piedras o de piñas y no pasaba nada, eran cosa de niños y las heridas se curaban con mercromina y unos puntos.
Tuvimos peleas y nos "esmorramos" unos a otros y aprendimos a superarlo.
Comíamos tigretones, panteras rosa, bebíamos refrescos, y máscábamos cheiw, pero no éramos obesos. Si acaso alguno era gordo y punto.
Compartimos botellas de refrescos o lo que se pudiera beber , comíamos cosas incomestibles para presumir (yo comía plastidecores, pero la estrella era uno de mi clase que se comía las hojas de los arbustos) y nadie se contagió de nada ni se murió por ello.
Nos contagiábamos los piojos en el cole y nuestras madres lo arreglaban lavándonos la cabeza con filvit o con vinagre.
Quedábamos con los amigos y salíamos. O ni siquiera quedábamos, salíamos a la la calle y allí nos encontrábamos y jugábamos a churro vá (que juego más cruel), a polis y cacos, a las canicas, a las chapas..., en fin, tecnología punta.
Íbamos en bici o andando hasta casa de los amigos y llamábamos a la puerta. Imagínense!, sin pedir permiso a nuestros padres, y nosotros solos, allá fuera, en el mundo cruel ¡Sin ningún responsable! ¿Cómo lo conseguimos?
Hicimos juegos con palos, vendíamos cascos de vidrio para comprar golosinas, perdimos mil balones de fútbol y nos turnábamos para ir a buscarlos.
Bebíamos agua directamente del grifo, sin embotellar, y algunos, los más "mamones", incluso chupaban el grifo.
Algunos estudiantes no eran tan inteligentes como otros y repetían curso...
Veraneábamos durante 3 meses seguidos, y pasábamos horas en la playas sin crema de protección solar 15, sin clases de vela, de wind-surfing o de esquí acuático, pero sabíamos construir castillos de arena con foso, embadurnarnos cual croquetas y pescar cangrejos con una red.
Ligábamos con las chicas persiguiéndolas para tocarles el culo, o les mojábamos la camiseta con globos de agua presumiendo de haber visto las transparencias, no en un chat diciendo ": )" ": D" ": P".
En España, y en general en todos los lados donde la historia ha sido usada -y sigue siéndolo- para justificar, legimitar, explicar, mentir, etc., los centenarios, aniversarios, cumpleaños y otras fechas señaladas, se celebran. Y por todo lo alto (véase nuestra gloriosa cincomarzada, por ejemplo, fiesta horrible y cutre donde las haya que ni Dios sabe por qué se celebra y en la que tanta gente se concentra al olor de los choricillos y del Don Simón).
